Independientemente de la crisis global que azota la economía mundial a todos los niveles, es cierto que el deporte siempre se ha considerado un negocio “deficitario” en muchos aspectos. En España por supuesto que esta situación no es una excepción.
Gran parte de la sociedad siempre se ha ruborizado al ver el dinero que los deportistas mueven en sus nóminas, sus contratos publicitarios o sus traspasos. El fútbol como deporte rey es el máximo exponente de las grandes cantidades de dinero que mueve hoy en día el deporte profesional.
Así pues, crisis aparte, el dinero en el fútbol existe, a la gente le gusta consumir fútbol. No se trata de un sector al que el consumidor esté dando de lado. El problema es que existen aún muchas lagunas legales que hacen que todo este flujo económico que se mueve alrededor del fútbol no sea bien gestionado por los responsables de los clubes. La falta de trasparencia, los casos de corrupción, comisiones ilegales o abusivas, etc. Todo este tipo de actuaciones se ven a día de hoy por leyes como la Ley Concursal, leyes obsoletas y que no están
adaptadas a los tiempos que corren.
adaptadas a los tiempos que corren.
Y es que parece evidente que las leyes en España deben cambiar y adaptarse a una sociedad actual que avanza a velocidad de vértigo y de esta manera poder hacer frente a las nuevas formas de fraude que existen en el presente y a su vez también prever las que vendrán en el futuro.
Y es que, por ejemplo, el recientemente ministro de economía Cristobal Montoro ya anunciaba que entre los mecanismos que el gobierno introducirá para garantizar el control del déficit público se incluye una reforma de la Ley de Transparencia del Gobierno, para que así los gobernantes que gasten por encima de lo que marca el presupuesto tengan que afrontar "responsabilidades penales". Pues bien, en el fútbol pasa igual, y la justicia y las leyes no se puede quedar atrás. Se debe premiar al buen gestor y penalizar al que es malo. Esto último me parece importante, ya que un gestor, incluso siendo honrado, si ve que su vecino no paga y acumula deudas que le permiten gastar sin consecuencias penales, al final, al existir un agravio comparativo que la justicia no corta de raíz, acabará obrando igual y empezará a gestionar sus cuentas de forma también irregular.
Por encima de que un club gaste dinero en fichajes cuando está en plena Ley concursal, de que existan clubes que derrochen el dinero de forma indecente, que los derechos de tv no sean iguales para todos los clubes, o que gestores corruptos se llenen los bolsillos con comisiones indecentes, el culpable de que todo esto pase no es otro que es el estado de derecho que permite que estas cosas puedan llevarse a cabo sin consecuencias.
¿Es esta situación sostenible? A la vista está que no. La crisis económica actual no está dejando títere con cabeza y en el mundo del fútbol existen numerosos ejemplos. Cada vez son más los clubes de 3º, 2ºB o 2ª que no pueden hacer frente a sus deudas. Y en primera la situación está aún por explotar. Entre disputas por un reparto más equitativo de los derechos televisivos, clubes como el Rayo Vallecano, el Betis o el Racing de Santander ya están siendo mirados con lupa. Otros como el Málaga han sido adquiridos por jeques árabes que utilizan el club como lanzadera para sus negocios en España a cambio de solucionar “temporalmente” los agobios económicos de la entidad (a pesar de que con este tipo de gestiones, los clubes dejan su historia y su identidad en manos de gente muy adinerada pero poco profesional y sin ningún reparo en abandonar el club a su suerte cuando les plazca).
Las leyes deben cambiar, deben adaptarse a los tiempos que corren, deben tener consecuencias para aquellos que obren mal de forma descarada, y sobretodo, deben aunar criterios entre estamentos, el deportivo y el judicial principalmente, ya que de nada sirve que instituciones como la AFE se cansen de denunciar impagos o irregularidades para que después un juzgado evite que los culpables paguen las consecuencias.
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